Diario de la exnovia de un psicópata
- Matu
- 29 mar 2016
- 15 Min. de lectura

Me llamo Matutenia soy la exnovia de un psicópata, conocí a éste chico en Meetic, su nombre real no lo diré pero lo llamaré Dexter. Tenía 36 años, cumplió 37 al poco tiempo de conocerlo, y era el hombre que creía que me convenía: culto, amable, educado, encantador, de familia muy amable, de físico agradable, seguro de si mismo, con un tono de voz que inspiraba confianza, con una posición en la vida. Estaba encantada, me sentía la mujer más afortunada del mundo, se parecía mucho a mí, era sin duda mi alma gemela.
En aquel entonces me encontraba sola y desempleada, en medio de la crisis económica de España, donde el sector de la construcción estaba afectado y desafortunadamente mi profesión desfavorecida. Por ello, y pensando en futuro, me dediqué a estudiar para hacer de mi curriculum un buen atractivo para las empresas.
Y allí estaba Dexter, mi príncipe azul, quien me sedujo y se convirtió en el hombre que anhelaba, me trataba como a una reina y siempre estaba a mi lado. Me consiguió convencer entre tantas cosas porque me dijo que era católico y practicante ocasional, con ello pensé que se trataba de una buena persona. No tardó mucho en pegarse a mi para obtener la calidez, gratificación sexual, cobijo, comida y la figura de novia ante la sociedad. Todo esto ocurrió en una época en la que me encontraba muy vulnerable y deseaba amar y ser amada. Y fue así como poco a poco se hizo imprescindible en mi vida. Habían cosas de él que no me encajaban, era un chico algo misterioso, reservado, muy cauteloso, paciente y algo desconsiderado, lo contrario a lo que estaba acostumbrada, pero mi ilusión por sentirme acompañada borraron esas percepciones de mi mente.
Un buen día dejó de interesarse en mí, pasó al “lado oscuro” cuando me tenía en la palma de su mano. Y entonces se convirtió en un ser irreconocible, manteniendo un juego de seducción y rechazo. Fue un año y medio de relación, pero a los seis meses, él empezó a jugar conmigo, meses en los que me apegué de tal manera que no era capaz de reconocer que nunca me quiso y me utilizó exclusivamente para satisfacer sus necesidades. Me criticaba diciendo que me faltaba personalidad, carácter, alegría, me hacía llorar con su indiferencia y su misterio me generaba inseguridades (no le gustaba contar lo que hacía cuando salía sin mi). Recapitulando lo ocurrido durante ese año y medio, puedo afirmar que nunca discutimos, era armonía y cariño (fingido por su parte, claro). Yo era muy conciliadora y él imitaba mi modo de ser, con lo cual las cosas marchaban bien.
Tenía un modo particular de responder a ciertas preguntas: No dejaba claras sus repuestas o muchas veces no respondía. Habían respuestas tangenciales y un poco extrañas, lo interpretaba como evasiva o insustancial. Un día le pregunté si nos casaríamos, y no respondió, simplemente hizo un gesto con su rostro levantando las cejas como intentando hacerme comprender su sorpresa, pero su silencio fue un gran castigo porque esa noche no pude dormir pensando que una persona cuando te quiere te daría una respuesta a una pregunta tan importante, fue muy doloroso. Recuerdo que le dije que cuando tuviéramos hijos quería que fueran tan guapos como él y con sus genes, y me respondió –yo no -; ahora entiendo que en fondo odia a su ser por ser como es pero a su vez no quería tener hijos conmigo. Otro día le pregunté si viviríamos juntos a lo que respondió –no sé, no soy adivino-. Era frustrante porque eran preguntas de proyectos de nuestro futuro, era mi ilusión poder compartir con él y darle hijos, pero él no valoraba esas muestras de amor que otro hombre desearía, eran buenas intenciones y era obvio que me estaba intoxicando con su indiferencia.
Un día yo iba conduciendo, y un coche se metió bruscamente y casi choco contra él. Dexter se pudo muy violento, y en cuando me puse al lado de dicho coche gritó – ¡eres gilipollas, te parto la cara ahora mismo! -. Me quedé petrificada, nunca había visto esa actitud tan violente por su parte. Su violencia y su amenaza hacia el otro conductor me hacía pensar que se sentía en poder. Intenté calmarlo y le dije que no había que hacer caso a ese tipo de gente, que nosotros no éramos como ellos y que éramos personas civilizadas (una más de mis charlas de moral).
Admiraba al “Pequeño Nicolás”, y me preguntaba - ¿por qué esa fascinación por un joven que hace un mal a la sociedad? -. Creo que se identificaba claramente con él por la falta de empatía, remordimiento, culpabilidad y el descaro con el que realizaba sus actos.
Fuimos a comer pinchos de lechazo, y de camino debatimos si íbamos a beber alcohol o no, mas que nada para que condujese quien no bebiera. Me respondió – soy capitán, si algún guardia civil me detiene puedo evadirme con decir que soy su superior -. Aquella respuesta me pareció poco apropiada moralmente hablando. Comimos y Dexter pagó la cuenta, invitó a su primo y a mi, y al llegar a casa le pregunté cuanto le debía, y me dijo que la próxima cena y cine lo pagaba yo. No me pareció correcto por su parte, tomando en cuenta que comía continuamente en mi casa sin aportar nada, pensaba que podía tener el detalle de invitarme.
Un día recibió un paquete de la tienda “mequedouno.com” y había comprado, entre tantas cosas, un polo blanco Lacoste que no le quedó. La devolución del polo supondría tener que pagar gastos de envío, y me preguntó cómo haría yo para evadir ese pago. Le dije que mirara si tenía algún defecto, y si no tenía ninguno que le arrancara un botón, pero que lo metiera en el paquete para que luego pudieran ponerlo. Ahora pienso en aquello, y siento un gran alivio al no seguir con él, empecé a cometer sus fechorías sabiendo que aquello estaba mal, fui cómplice de su estafa en un intento de obtener una sentencia benigna por parte de la tienda online.
Fuimos a comer a la Santa Espina, sitio conocido por el buen chupetón. Llevábamos 6 meses juntos y ese día empezaron sus desaires. Habíamos quedado con otras dos parejas, su primo con su novia y la hija, y una pareja de amigos. Cuando llegamos al sitio éramos los primeros, así que nos pedimos un vino para esperar al resto. Mientras esperábamos, Dexter me dice – cuanta un chiste cuando nos sentemos en la mesa, para romper el hielo -. A lo que respondí – ¡no me sé ningún chiste! -. Me sentí bastante incómoda, me pareció superficial y pensé que no era la chica espontánea y graciosa que debía dar la talla en aquella circunstancia. Comprendí aquel día que su reputación era muy importante, que debía tener a su lado a la mujer que fuese aprobada por su entorno, eso me presionaba psicológicamente, pensaba que debía intentar aprenderme algún chiste para la siguiente oportunidad. Ahora pienso, ¡qué irónico!, él quería que yo hiciera una representación para ganarme la aprobación de sus amigos, cosa a la que él está acostumbrado y quería que yo copiara su manera de actuar. De todos modos, después de descubrir su verdadera cara, me he dado cuenta de que se gana la reputación con mentiras. Ese día me hizo sentir mal, porque la noche anterior le estuve comentando que no podía seguir con el ritmo de gastos que llevábamos y que no podía permitirme ir de comidas y cenas todos los fines de semana, y me respondió – si yo puedo permitírmelo te invito-. Pensaba que me invitaría aquel día, pero no, cada uno pagó lo suyo, como siempre hacíamos. Me sentí mal, pero ahora entiendo que lo hizo con ese objetivo.
Estábamos el día del cumpleaños de su padre sentados en la mesa comiendo, el se sentaba frente a mí, cuando por alguna razón que no recuerdo decidí mirarlo con un gesto de complicidad y cariño, a lo que recuerdo no me respondió con normalidad. Me miró como a una persona extraña y mi sonrisa se borró inmediatamente. Sentí que quería que me comportara con discreción, que no hiciera ese tipo de gestos, pero ahora entiendo que era una evidente muestra de su pobreza emocional, no tiene empatía.
Criticaba constantemente a su cuñada, a quien calificaba como una vaga que se aprovechaba de la bondad de su hermano, al no trabajar y encargarse de la administración de los bienes de su hermano. También, criticaba a mi amiga Mana, quien al tener la misma titulación que yo se encuentra desvaforecida ante la crisis y sin trabajo (su marido la mantiene). Son dos casos que siempre mencionaba, haciendo alusión a que si algún día se rompían esas parejas, la mujer quedaría desprotegida y mostraba su firmeza en cuanto a la importancia de tener un trabajo ambos en la relación. A mi me preocupaba, pensaba que me dejaría si mis circunstancias no cambiaban, pero a fin de cuentas yo sin trabajar podía sustentarme y no tenía su apoyo en ese sentido, era simplemente su modo de hacerme sentir inferior a él que tiene un trabajo estable.
Mi padre y mi tía eran inmunes a su encanto y a veces hablaban de sus extraños ojos que no dicen nada. Mi padre adujo un día – es inexpresivo, y tiene falta de sentido del humor -. Qué razón tenía, yo estaba ciega y lo veía perfecto.
Cuando empecé a estudiar la oposición, sentí su obsesión por el poder absoluto, me inducía a estudiar más horas, sentía que me valoraba más si me doblegaba a su voluntad o al ser coaccionada o manipulada para conseguir sus fines, aprobar a toda costa. Cuando estaba agobiada por los estudios, y por todo el panorama de incertidumbres que estaba viviendo, me apoyaba en Dexter porque era la única persona que tenía cerca y porque era mi pareja, y muchas veces me saltaban lágrimas, no entendía porque estaba tan susceptible, todo me hacía llorar, no sabía que me estaba deprimiendo a causa su sutil maltrato psicológico. Él por su parte hacía un uso muy efectivo de su lenguaje corporal, establecía un natural contacto visual, acercándose en demasía, en definitiva, su puesta en escena era tan teatral que su manera de darme ánimos me devolvía la sonrisa y me desconcertaba porque me animaba a estar mejor, pero era él quien me hacía estar mal.
Pienso que Dexter estaba muy cómodo en su relación conmigo. Siempre le proporcioné una base de seguridad desde la cual poder desarrollar una implacable serie de amoríos de corta duración con mujeres (de los cuales tengo sospechas). Cuando me dijo que se iba de vacaciones a Marruecos con su mejor amigo, y no me invitó, me resultó tan extraño que mis inseguridades incrementaban. Pero sentía que debía ser paciente y demostrar cuanto valía para que se comprometiera más conmigo, intentando con más empeño, energías y cuidándolo como ninguna mujer lo haría. Me invitó a una boda con bastante anticipación, me lo dijo en abril y la boda era en agosto. Un mes antes de la boda le pregunté como debía ir vestida, y me respondió que sus compañeros irían sin pareja y que él iría sólo. Era despreciable.
Recuerdo cuando se fue a Marruecos, me dijo que me escribiría en cuanto tuviera la oportunidad y así lo hizo. No hablamos mucho pero por lo menos sabía de él una vez al día. Cuando volvía de Marruecos a Melilla el coche, y le envié un whatsapp para preguntar qué tal iba el viaje, a lo que respondió –Dime-. Me sentó muy mal, me sentí como un estorbo, y cuando llamó al llegar a Melilla lo califiqué de “insensible y aséptico”, y fue a partir de ese día que su indiferencia se acentuó, le estaba descubriendo su verdadera cara.
Me intoxicaba con abstracciones, me decía “eres de las chicas más guapas con las que he estado”, “nada como el primera amor”, “envidio a otras parejas”, “me encantan las mujeres como Brunelia que son tan risueñas”, “me gusta mi amiga Rasta porque tiene mucho sentido del humor”, “me he aburrido en la boda de tu prima, pero menos mal que estaban unos amigos” etc. Eras banalidades, era su forma de inyectarme sus insatisfacciones para que yo me esforzara inconcientemente en mejorar. Llegué a buscar páginas en Internet de chistes y algún día le contaba alguno para satisfacerlo. Me estaba transformando en otra persona, y me hacía sentir como una persona sosa y aburrida con sus cuestionamientos absurdos.
Se fue a Madrid a un curso de inglés, durante la semana de ferias de Valladolid (del 7 al 11 de septiembre de 2015). El curso era intensivo, por la mañana y por la tarde, a las 20:00 acababan e iban a cenar. Los primeros días sentí su indiferencia. Estaba acostumbrada a tener contacto con él cuando no estaba conmigo, pero sólo me escribía mensajes, y no teníamos una comunicación efectiva porque eran mensajes escuetos. Así que el segundo día por la noche, cuando por fin logramos hablar, me llamó y me habló con un tono de voz que nunca había empleado conmigo, y le pregunté cómo había cambiado el tono de voz, y fue a partir de entonces cuando se puso a la defensiva, y noté cómo cambió por haberle hecho esa “critica”. Le dije que me sentía sola y que me gustaría que llamara al menos una vez al día y que no le pedía que me trajera oro, simplemente quería hablar más a menudo con él. Me respondió – prefiero llevarte oro, no me sale llamarte -. Le pregunté que hacían sus compañeros al salir del curso, y me respondió que llamaban a sus mujeres. Fue muy hiriente, me estaba denigrando. A la vuelta de Madrid quise salir a las ferias, era sábado y le pregunté si quería venir conmigo y mis amigas o prefería plan de chicos, me dijo que se iría con sus amigos; cuando él volvió a su casa yo seguía de fiesta, y le dije que se acercara donde estaba pero no quiso, prefería quedarse sólo en su casa.
En octubre de 2015 presenté el examen de las oposiciones, y no aprobé, lo que me puso muy triste porque había estudiado muchísimo. Pero estaba con él y sentía que las cosas empezarían a ir mejor porque tendríamos más tiempo para compartir. Sin embargo estaba raro, silencioso e indiferente. Hoy comprendo que si hubiera aprobado no le habría gustado, porque en el fondo no quería mi satisfacción, pero fue motivo suficiente para abandonarme porque no querría estar al lado de una mujer sin trabajo y sabía que sería el momento idóneo porque necesitaba apoyo, el objetivo era destrozar mi autoestima.
El día que me dejó, se desprendió de mi de la manera más insensible y sorbida que pudiera imaginar, amaneció cariñoso, me dio un masaje y disfrutamos de momentos agradables compenetrados, y a los minutos rompió conmigo, con mentiras y reproches, dejándome un profundo sentimiento de culpa que me hacían dudar de mi pensamiento. Rompió conmigo 2 veces en 10 días, con la excusa de que me faltaba alegría y diciendo que mis inseguridades le generaban dudas. La verdad que estaba poco alegre, lo había conseguido, era una mujer distinta a la que había conocido.
La primera vez que me dejó, volví a verlo al siguiente día para buscar mi coche y mis pertenencias, y le dije que seguramente encontraría a cualquier chica, y al ver que lo aceptaba con tanta pasividad me pidió llorado que no me llevara mis cosas, y le pregunté si lo había reflexionado bien, y me respondió – he pasado toda la noche jugando al Candycrash-. Luego entendí que nuestra ruptura no le hizo perder el sueño, como si no se inhibiera a la hora de hacerme el daño que me estaba causando, un ser sin remordimientos ni sentimiento de culpa. A los diez días ocurrió la última ruptura, y le pedí que hicieramos cosas para cambiar la situación y salir de esa rutina que nos estaba aburriendo a ambos, y se negó, pero cuando me iba de su casa dio un golpe con el pie y dijo –joder, esto no es lo que quiero-, pero yo no le rogué, me fui y las cosas acabaron ese día. Ahora entiendo que lo que quería era que le suplicara, que me humillara y dramatizara, quería sentir poder sobre mi y alimentar su ego, pero yo estaba en shock y decidí marcharme.
Qué difícil comprender todo esto, porque ¡todo fue irreal!. Los primeros días pensaba que era producto de un arrebato, no podía creer que el mismo día de la ruptura amaneciera cariñoso y con tanta facilidad decidiera seguir su vida sin mí. Lloré durante meses, me convertí en el perfecto procesador de información recordando como si viviera en el instante los maltratos psicológicos que permití, me dejó desconcertada, sólo encontraba espinas y dolor. Gracias a un amigo psicólogo y al psiquiatra llegué a una conclusión: Me enamoré de un ser inexistente, ¡todo era mentira!. Como si hubiera sido producto de mi imaginación.
Tenía puesto en el whatsapp un mensaje de estado muy extraño, “odio ser bipolar…es tan genial”. El día que me dejó me dijo – al final voy a ser bipolar -. Luego investigué y descubrí que los estudios indican que los psicópatas fingen enfermedades mentales si con ello consiguen un beneficio. Ahora entiendo que quería desviar mi atención, que yo pensara que tenía un problema de bipolaridad en lugar de psicopatía, para justificar su actitud voluble, porque desde luego parecía una pelota de ping pong fuera de control, y no entendí como en cuestión de minutos dejó de quererme y se transformó.
Una vez ocurrida la ruptura, pasó página de inmediato, hacía su vida como si nunca me hubiera conocido y buscaba a otras incautas, saliendo de fiesta e incluso buscando en Meetic. ¡Nunca le importé!. Me di cuenta que sus múltiples viajes a Marruecos (a los que nunca me invitó) tenían un objetivo que no era únicamente un disfrute turístico.
Me volví monotemática. Afortunadamente tengo gente a mi lado que me aprecia, e hicimos muchas horas de catarsis. Soy consciente de haberlos aburrido con mis lágrimas y mis problemas. Llegué a reconocer mi obsesión, no imagino lo que pensaba la gente de mi entorno, quienes me repetían que todos habíamos sufrido alguna vez de desamor, pero yo sabía que esto era distinto. Me encontraba vacía, mi energía positiva estaba completamente consumida, no me reconocía a mi misma. Aún acompañada me sentía cada vez más hundida y más sola.
Mucho tiempo después, todavía me preguntaba cómo había podido confiar en Dexter de una manera tan ingenua. No podía explicarme por qué Dexter, la personificación de la maldad sin remordimientos, tenía un lugar tan privilegiado en mi consciencia y seguía teniendo esa fuerte dependencia hacia él. Descubrí que este mundo esta lleno de personas necesitadas de afecto, y que no soy la única persona que pasa por esto. Muchas veces, y desgraciadamente, se aprende a base de batacazos.
Seguramente, si la familia de Dexter y sus amigos estuviesen dispuestos a discutir sus experiencias sin tapujos, saldría a la luz una buena cantidad de abuso emocional, traiciones amorosas, doble juego y en general una conducta mezquina. Y es que gracias a la suerte que tiene, a las buenas tapaderas, a una familia protectora y amigos que rechazan ver lo que está pasando, la verdad no sale a la luz. Yo he sido un producto de una de sus traiciones amorosas.
Después de la ruptura quedé en varias oportunidades con la madre de Dexter, una mujer de buena intenciones, a quien expliqué de modo superficial el modo cómo su hijo se había deshecho de mí. Parecía impotente y no hacía mas que repetirme – mi hijo no te conviene -. Sus padres no tienen más remedio que observar cómo Dexter labra un tortuoso camino de autogratificación, saben que es un hombre egoísta y que se cree omnipotente. He compartido tantos momentos con ellos, su madre contaba cómo Dexter se aburría de cualquier actividad a la que lo apuntaba cuando era niño, contó como un día mintió en una zapatería cuando buscaban sus zapatos de la comunión y dijo que le quedaban cuando realmente estaban apretados, lo malo que era de niño, lo difícil que era rebatir sus puntos de vista porque siempre quería tener la razón, su carácter desafiante y un sin fin de detalles que demuestran que su madre sabe perfectamente el problema de su hijo. Seguramente su madre se preguntará constantemente - ¿en qué me equivoqué? -. La verdad me da mucha pena porque le cogí muchísimo cariño, y ahora que finalmente conozco lo que le ocurre no puedo hacerle ver todo esto, sería causarle un daño innecesario que no querría que causaran a mi madre si fuera el caso. No sería justo que catalogue a su hijo con la etiqueta peyorativa de “psicópata integrado”. Entiendo sus múltiples consultas y su intento de mantener contacto conmigo aún habiendo pasado 3 meses, seguía contactándome, intentando descubrir qué anda mal con su hijo.
Dexter es astuto a la hora de dar una buena impresión, va diciendo a los demás que los motivos de la ruptura fueron mis celos e hipercontrol, haciéndose la victima de su victima (yo), cuando realmente un buen día decidió que ya me había sacado todo el provecho que podía. Algún día me gustaría hablar con su ex novia, Branesa, a quien Dexter me describió como una persona muy celosa y fue uno de los motivos que motivó la ruptura. Estoy segura de que Dexter tiene un largo historial de victimas, y probablemente mientras me estaba causando dolor a mí también lo hacía a otras (sospecho que en Marruecos habrá alguna, y también de la novia de su mejor amigo). Pienso que hablar con Branesa e intercambiar experiencias podría ayudarme a manejar el problema aunque sólo sea para reafirmar que la culpa no ha sido mía.
Cinco meses después de la ruptura recibí un mensaje al whatsapp. como yo espera que hiciera en el momento que yo estuviera sola de nuevo, desde el 1 de noviembre del 2015 no quiso saber nada de mí, y me escribe el 28 de marzo 2016. Sabía que mi padre volvía a América (vino a estar conmigo 6 meses), y ¡sólo ha esperado dos días para mandar el mensaje!. Sabe que estoy vulnerable porque vuelvo a estar sola, y como si nada hubiera pasado, después de 5 meses de paréntesis regresa con todo su descaro!. Está claro que quiere instalarse nuevamente en mi casa, tener la comida en la mesa (sin poner dinero), sexo, que le diga cosas bonitas para subir su ego y terminar su trabajo (denigrarme más). Le he respondí que no había nada de qué hablar y que se olvidase de mí. Me intentó manipular y se hizo la víctima, me dijo que le daba mucha pena que estuviésemos así que ni podíamos hablar ni vernos, ¡qué ironía!.
Esta experiencia ha tenido sin duda un efecto beneficioso en mi, una persona psicológicamente “sana”, me ha enseñado los peligros y la destrucción que acarrea la psicopatía. Sin embargo Dexter, quien tiene poco criterio moral (o nada), se llevó de mí experiencias y enseñanzas que le pueden servir de modelo para mejorar y seguir depradando a futuras víctimas.
A ese hombre que tenía tan idealizado ahora lo veo como un ser insulso, me da pena su situación de vacío, y no deseo que le vaya mal. La venganza no es realmente lo que pasa por mi cabeza, sino el deseo de que se difunda esta información para que otros no caigan. No me avergüenzo al confesar que he sido victima de un estafador, lo he permitido y no voy a callar convirtiéndome en su mejor aliada y coartada, si puedo impedir que lo vuelva a hacer, lo haré.
Con esta historia he intentado pegar los trozos de una pieza de porcelana rota, a partir de ahora cierro este capítulo y mi objetivo es procurar no dejar caer ese objeto tan frágil que puede romper. Dentro de unos años leeré este escrito y me reiré seguramente.
Hoy doy gracias a Dios por lo dichosa que soy, por la gente que me rodea que me ha apoyado incondicionalmente, por poder reconocer a estos seres, por poder sentir lo que es amar y poder sonreír.
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